jueves, 20 de agosto de 2009

Cómo conducen los rusos



"Usted saque el carnet y nosotros le enseñamos a conducir", esto es lo que pone un anuncio en una céntrica calle moscovita y resume cómo conducen los rusos, FATAL.
Parece ser que el carnet de conducir, más o menos, se compra. Así que se ponen al volante de inmensos tanques, perdón, todoterrenos, sin saber muy bien qué es todo aquello y como todos están en la misma situación suponen que eso es conducir.
No saben aparcar, así que se ven formaciones de coches que parecen abandonados por doquier, sin orden ni sentido y, por supuesto, todas las aceras son aparcamientos, más anchas más ancho se aparca el coche.
Peatones y automóviles compartimos el asfalto entre mutua comprensión y resignación (recordemos que las aceras son para aparcar) aunque, ante un desacuerdo, el más chulo, osea el más grande, osea el tanque, siempre lleva las de ganar y siempre gana, así que hay que andarse al loro.
Las mujeres son una raza aparte porque, además de tener las mismas nociones de conducir que los hombres, aparentemente confunden esos tanques con salones de belleza donde hay un montón de espejos para retocarse, puedes sentarte cómodamente a hablar por el móvil y ese bicho mágico te desplaza a donde quieres (imagino que pensarán que lo guía la mano de Dios)... desgraciadamente con frecuencia esa mano divina que lo guía no es tan infalible como cabría suponer por su divinidad con consecuencias muy negativas... digamos atropellos, choques etc.
Valga como ejemplo mi experiencia de ayer cuando regresaba yo del instituto Cervantes compartiendo el asfalto con los coches cuando atisbé parado delante de mí a un BMW con el motor en marcha habitado por una rubia hablando por teléfono... lo cierto es que tuve algo de miedo. El BMW estaba en posición de incorporarse al tráfico, así que por prudencia me salí de la carretera y decidí sortearlo por la parte de atrás, por si acaso. Cuando estaba en esas lides, ya sintiéndome a salvo por mi inteligente decisión, sentí un cachetazo en el culo que me hizo dar un brinco del susto... vuelta la cabeza descubro que nuestra querida rubia se puso a dar marcha atrás sabe Dios para qué porque aquello no tenía ningún sentido golpeándome con la parte de atrás de su bicho sin ni siquiera darse cuenta. Imagino que confundió la marcha y no pensó que los espejos del tocador sirven también para ayudar a la mano divina a conducir el BMW. Sentí deseos de cantarle las cuarenta pero imaginé que entre mi precario ruso y su precario... ¿cerebro? sería una pérdida de tiempo intentar hacerle entender el agravio, tendría que empezar explicando la naturaleza poco divina de su juguete y no andaba yo con tanta paciencia.
La moraleja de hoy, queridos lectores, es que esto no es la selva, pero cuidadín con los elefantes...

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