Bueno... a veces.
Esta mañana se ha estropeado durante 30 minutos, casualmente cuando estaba yo dentro con seis rusos, cinco humanos y un perro. El perro era de raza china, pero a juzgar por el aplomo y la resignación con la que encaró la situación, deduzco que era ruso ruso.
Bajábamos todos tan alegres como se puede estar a las 7:30 de la mañana (5:30 hora de España) hasta que el susodicho aparato decidió ponerse en huelga. Tras los primeros momentos a la rusa, es decir, todos callados aceptando nuestra fatalidad, a alguien se le ocurrió pulsar el botón de alarma que... ¡milagro! nos puso en contacto con una voz femenina que nos atendió amablemente.
Tras explicarle que se nos había parado el ascensor con seis personas dentro (al pobre perro no lo mentaron) la mujer nos dio las oportunas instrucciones. Nos indicó que no nos fuéramos que en diez minutos venía el técnico.
Risitas... esa fue la primera reacción del personal ante tan obvios consejos, ni se nos había pasado por la cabeza irnos de nuestro encierro, estuvimos por añadir que simplemente queríamos una baraja para disfrutar de nuestro tan inesperado momento de ocio.
Los diez minutos rusos son mucho más largos que los españoles. Cuando ya iban unos quince por mi reloj, volvimos a pulsar el botón y la mujer nos volvió a decir que diez minutos y venía el técnico, que no nos moviéramos del sitio... ahora ya no había risitas.
El perro, algo menos ruso ya, se movía nervioso y a Fran le dio un ataque de alergia que le hacía estornudar, moquear y llorar los ojos. Nuestra líder, una maestra de escuela, preguntó por mi alergia, a lo que Masha contestó que era por el perro y la dueña se ofreció amablemente a esconderlo detrás de un cartón que había en el ascensor, a lo que yo repliqué que no se preocupara, que no tenía importancia... no me apetecía mucho explicarle que mi alergia no era de naturaleza visual.
Pasados 25 minutos nuestra líder volvió a llamar muy enérgica para abroncar a la mujer del otro lado del telefonillo de socorro... algo que yo mismo habría hecho si no supiera que sólo el perro me entendería. Esta vez era otra mujer pues a las 8 cambian el turno y se sorprendió de que estuviéramos encerrados... al parecer la primera mujer dedujo que estábamos a la puerta del ascensor esperándolo... y como rusos que somos, nos quedamos 30 minutos tranquilamente en ese estado porque no tenemos nada mejor que hacer. Supongo que los rusos tiene superpoderes y por eso son capaces de llamar desde el otro lado de la puerta de un ascensor estropeado por el timbre de emergencia que hay dentro y la primera mujer también dedujo que hicimos gala de ellos todos juntitos para mantener nuestra agradable conversación con ella, por vacilar un poquito, ya se sabe.
El resultado del diálogo con la segunda mujer fue que en menos de 5 minutos un técnico nos había abierto la puerta y todos salimos tan alegres como rusos que somos y bajamos rumbo a nuestro destino.... eso sí, ninguno usó el segundo ascensor, ni siquiera el perro chino-ruso.
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Hace 12 años
tamen e mala suerte o teu.ahora que te ves te poñen o aparello ese......teñen guasa os rusos zi zeño
ResponderEliminarPois é certo, pero aproveitareino en novembro-decembro que volvo outra tempada.
ResponderEliminarO bo é qué coa guasa das escaleiras teño pernas de ferro.
Hola Fran!, bueno pues decirte que el blog ha sido una buena idea y que me lo he pasado muy bien leyendo tus aventuras, así que buen viaje de regreso a casa.
ResponderEliminarUnha aperta
Gracias Santi,
ResponderEliminarYa ando de vuelta por nuestra Iberia, pero con la cabeza aún en Rusia...
Outra aperta